Uruguay ingresó al Digital 7 (D7), grupo integrado por los siete gobiernos digitalmente más avanzados del mundo. Creado en 2014, el Digital 7 nació como Digital 5 de la mano de Corea del Sur, Estonia, Israel, Nueva Zelanda y Reino Unido. En febrero de 2018 extendieron la invitación a Canadá y Uruguay y convirtieron el D5 en D7.
Este tipo de reconocimientos siempre sirve para evaluar de una forma más objetiva los avances en materia de gobierno electrónico y gobierno digital.
Al igual que como sucede con los rankings, siempre puede haber un factor de subjetividad, y los resultados pueden ser discutibles. Pero lo que es innegable es que el país ha avanzado muchísimo en esta materia en los últimos años.
¿De quién es el mérito?
En mi opinión, es de varios actores. Por supuesto que la Agencia de Gobierno Electrónico del Uruguay (AGESIC) tiene un rol preponderante y de liderazgo en la materia. Pero también el país como tal ha generado las condiciones adecuadas para que la Agencia pueda desarrollarse. Y las empresas de tecnología nacionales también tienen un rol muy importante, dado que son las responsables de proveer la mayoría de las soluciones de gobierno digital que luego son valoradas positivamente por los analistas internacionales. Y en estas empresas trabajan Ingenieros uruguayos, egresados de las Universidades, por lo que también forman parte del logro.
La visibilidad que genera la inclusión de Uruguay en el D7 es también relevante a efectos de posicionar al país y a las empresas en los escalones más altos de la aplicación de tecnologías para mejorar la gestión pública. Ser referentes en esta materia a nivel global y por ende también latinoamericano, genera credibilidad y confianza para que instituciones de otros países puedan mejorar su gestión aprovechando el desarrollo de nuestras tecnologías y el know-how generado en decenas de implantaciones exitosas.
Sirve, además, para fortalecer la innovación y seguir marcando el rumbo. De hecho, los países que integran el D7 se comprometen a compartir prácticas digitales de clase mundial, identificar mejoras a los servicios digitales, colaborar para resolver problemas comunes, apoyar y defender las crecientes economías digitales. Se comprometen, a su vez, a velar por ciertos principios del desarrollo digital como las necesidades del usuario, los estándares y el código abierto, los mercados y gobiernos abiertos, la conectividad, enseñar a los niños a codificar y el compromiso de compartir sus conocimientos.